HernanV

Hagamos del mundo un lugar más divertido para vivir.

Desde que nos despertamos

"Que el aliento vital te vuelva tierno y fresco como tierno y fresco es un niño recién nacido."

Lao Tse


Venimos a la vida libre de preocupaciones, dispuestos a aprender a cada paso. En un principio, el universo nos provee de calor y alimento, para que nosotros podamos ser felices y disfrutar de nuestra existencia. Tenemos un cuerpo maravilloso que crece día a día y comenzamos a manejarlo lenta pero seguramente. En la medida que crecemos, nos volvemos más conscientes de nosotros y de nuestro entorno, de nuestro límite corporal, de dónde termino yo y comienza el otro.

La vida de un niño es maravillosa, no solo en el nacimiento, sino durante los primeros, digamos 6 a 10 años de vida. Sin presiones, mirando a la vida como lo que verdaderamente es: un sinfín de espectaculares sucesos que nos enseñan día tras día. Es aquí cuando nos dedicamos a jugar, a preguntar, a descubrir y descubrirnos, a aprender y memorizar, entre muchos otros aspectos importantes de nuestro desarrollo. Una gran cantidad de procesos de naturaleza psicofisiológica toman lugar.

Ya desde pequeños, mostramos un gran afán por la naturaleza, por los grandes sueños, por hacer de la vida una experiencia hilarante y hermosa, una gran sensibilidad hacia los problemas de los demás, y una curiosidad que es inherente a todos. Con seguridad un niño se enojará cuando le toque cumplir con alguna “obligación” (salvo que la tome como un juego natural), o cuando los padres intenten quitarle la autonomía que la personita tiene sobre su vida.

¿Qué nos pasa, entonces, cuando adultos?

La falta de comprensión de las necesidades y habilidades del niño, sumado a las acciones que toma la educación masiva, hace que terminemos condicionados frente a un sistema monótono y rutinario, que nada tiene que ver con las actitudes y aptitudes que traemos al nacer. Esto nos lleva a justificar una serie de actitudes que luego afectarán la forma en que nos tomamos las cosas que nos pasan. Sin embargo, como adultos y conscientes de lo que deseamos para nuestra vida, hemos de reeducarnos para lograr los cambios que buscamos.

Lo que el sistema busca reprimir nunca desaparece. Lo que viene con nosotros al nacer, se va con nosotros cuando dejamos este cuerpo. La búsqueda interior nos permite reconectarnos con ese niño que se fue a dormir, presa de los golpes de la vida, y traer nuevamente las esperanzas y el regocijo que nos propone vivir. A medida que nos conectamos con lo que fuimos una vez, reconoceremos cuál era la misión que traíamos a este planeta.

Un adulto vuelto niño, fuera de parece inmaduro (como si la madurez fuese sinónimo de cara larga), podrá disfrutar de una vida más plena, más feliz, más creativa y más expansiva. Tal y como los niños.

Mucha luz!

Hernan